El Camino Ligero de Francisco Saavedra
Formado por Alejandro Silva en el rock y Alejandro Tafarikis, de Ergo Sum, se podría decir que Saavedra ha sido estudioso de la guitarra desde diversos caminos. Quizá eso mismo lo hace sentir tranquilo en la música, sin el peso de estar probando algo. Según cuenta, partió tocando a los 10 años, casi de ocioso por ser hijo único. Más tarde entró a la Escuela Moderna. Al jazz empezó a meterse motivado por Maxi Flynn, por lo que terminó formándose con Jorge Díaz. Valora también sus estudios con Moncho Romero, quien como maestro estilístico le ayudó a estructurar la forma de tocar.
Su primer disco lo lanza a los 29 años este 29 de Diciembre, junto al trío que se completa con Gonzalo Gómez y Félix Lecaros.
Nos puedes contar el recorrido de tu disco
Los temas de Camino Ligero los compuse hace 8 años pero en ese momento me quedaban grandes. Este año lo grabé y en un mes salió todo. Nunca me había sentido tan cómodo como con esta base. Es un disco de jazz moderno en el sentido de que tiene una identidad muy influenciada por los gringos. En Chile se da mucho el lenguaje de be bop, y este disco tiene esa influencia del new bop. Y no me censuro con que suene rockero, funk, me da lo mismo mezclar sonoridad. No le hago tanto caso al bebop, pero sí lo estudié y manejo ese lenguaje. Pero también estudié mucho tiempo rock. Félix es jazzista pero estoy seguro que aprendió hard bop. Y Gonzalo toca straight, entonces es un disco que suena muy energético, con mucha sangre. Pero a pesar de toda esa estridencia, Camino Ligero está bajo esa cosa fresca del jazz. El jazz lo hace todo un poco más elegante. Tú inventas el rango de dinámica, qué es despacio y qué es fuerte. El fiato que hubo en el disco a mí me encantó.
¿Y qué sentido tiene para ti el llamarlo Camino Ligero?
Se llama Camino Ligero porque me siento muy tranquilo tocando. Lo asimilo al walking que hace el bajo, pues en el jazz se habla mucho de la marcha, y el bajo hace esa línea que te hace decir “igual camina”, aludiendo a esa marcha ligera, al mismo pulso pero con onda.
¿Qué actividades de música estás realizando?
Como a muchos colegas terminas más tocando que yendo a ver música. Es como una abstracción de tu misma actividad lo que se produce. También tengo un proyecto de canciones poperas que lo dejé estancado porque no me sentí muy cómodo comparado al cómo toco jazz. Pero espero retomarlo. Y en ese momento escuchaba a Nano Stern. Jorge Drexler, Pedro Aznar, o Astro.
También hago clases en la escuela de Cristian Gálvez, que se enfoca en el jazz, armonía e improvisación. Alguna vez fui reemplazo de Jorge Díaz y me quedé. Me gusta hacer clases.
¿Y qué opinas de la escena actual del jazz en Chile?
Me parece que es una escena muy activa y curiosa. Pero también se produce esto del pueblo chico infierno grande. Faltan espacios y el medio es chico entonces se da el estar pisándose la cola. Pienso que con más espacios se diversificaría la escena.
Por otra parte falta apertura estilística, más víscera. Y en el jazz al comienzo uno pierde las vísceras y después hay que recuperarlas porque a veces es muy intelectual. Pero después se suelta. Quizá es porque hay mucha competencia, como en todos los medios. Falta que todos vacilemos de todo. Y falta víscera probablemente por esta inseguridad que tenemos los músicos.
¿Cuál es tu visión de la música y del jazz?
La música es el escape de todos los problemas. Personalmente y para mucha gente. Puede sonar cliché pero es la droga natural más poderosa y es lo que más me gusta hacer. Yo siempre quiero tocar. La música permite conectarse, es audible, toda la gente la necesita. Y el jazz tiene todo. Es un lenguaje técnico, un deporte, pero también un juego lúdico, emocional, es poesía, es una música muy ágil y adictiva. Me permitió entender otros instrumentos, la labor armónica, lo melódico, la construcción de frases, y los silencios. El jazz es el lenguaje del momento, es como un big bang eterno. El jazz bien entendido es improvisación coherente. De allí depende de cada intérprete la emoción o el estilo. El jazz es el comienzo y el lenguaje más flexible de toda la música.